miércoles, 28 de julio de 2010

Pobreza y desigualdad, las asignaturas pendientes


Derrotar a la pobreza y a la desigualdad es el gran reto al que se enfrenta América Latina en los próximos años junto con el desarrollo económico y el reforzamiento de las instituciones democráticas frente a la amenaza populista.
Los seis años de constante y alto crecimiento económico (2003-2008) lograron reducir considerablemente la pobreza, que aún afecta a más del 30% de la población. Pero la desigualdad continúa siendo muy alta, de hecho, la más alta del mundo y países modélicos como Chile tienen en la pobreza y desigualdad una rémora que les retrasa el desarrollo.

América Latina ha logrado disminuir en esta década que termina los niveles de pobreza hasta dejarlos reducidos en el 34% del total de población y la indigencia en el 13,7%. Cifras altas pero que deben ponerse en relación con la situación de los años 80 y 90, que eran mucho más elevadas (del 48% en 1990, unos 200 millones de personas, en comparación con los 184 millones -13,7%- de la actualidad.

La reducción significativa de la pobreza y de la extrema pobreza se ha producido durante el sexenio virtuoso: los países de América Latina lograron en estos años disminuir en 10 puntos la pobreza (del 44% al 34%) pero la desigualdad no bajó tan rápidamente.

En 2006, por primera vez desde 1990, hubo menos de 200 millones de pobres en América Latina, en concreto 194. De todas formas, la reducción de la pobreza no fue uniforme ya que se concentró entre 2003 y 2008 y ocurrió en especial en Chile, Brasil, México y Perú, y con menor fuerza en Venezuela, El Salvador, Colombia y Panamá.

Brasil, Chile y Perú, ejemplos para la región

La heterogeneidad marca el fenómeno de la pobreza en América latina: después de Haití, los países centroamericanos tienen las tasas de pobreza más altas: siete de cada diez personas viven en situación de pobreza en Honduras y Haití. Por contra sólo una de cada ocho personas vive en pobreza en Chile.

Las dos grandes portencias regionales de América Latina, Brasil y México, tienen tasas de pobreza similares y se encuesntran por debajo del promedio regional. Sin embargo, cerca de la mitad de los pobres de la región vive en estos países, a pesar de ser clasificados como de ingreso medio-alto por el Banco Mundial.

Brasil se ha convertido en los últimos años en el país que más deprisa ha logrado reducir la pobreza. En el año 2000 había unos 50 millones de brasileños viviendo por debajo del umbral de la pobreza, y de ellos, unos 20 millones en pobreza extrema.

Durante el gobierno de Lula da Silva, 24 millones de brasileños dejaron la pobreza y otros 31 millones escalaron socialmente, lo que equivale a toda la población de Chile o al 40% de la argentina.

La buena coyuntura económica (2003-2008) y los programas sociales puestos en práctica por Fernando Henrique Cardoso tales como la Bolsa Escolar y los de Lula (Bolsa Familia y el programa Hambre Cero) explicaban esta reducción.

La llamada Bolsa Familia, el principal proyecto del presidente Lula da Silva para combatir el hambre y la pobreza beneficiaba a más de 12 millones de familias (40 millones de brasileños).

Ejemplo paradigmático de esta reducción fue también Chile, donde en 1989 el porcentaje de pobres era del 45,1% y del 17,4% el de los indigentes. Tras más de 20 años de una disminución sistemática producto del crecimiento económico y de las políticas sociales de los gobiernos de la Concertación, la pobreza en Chile bajó al 13,7% en 2006 y la indigencia al 3,2%.

De igual forma, el resto de la región que se ha visto beneficiada por el crecimiento económico la estabilidad financiera, la responsabilidad fiscal y un conjunto de políticas sociales que han permitido que 37 millones de latinoamericanos hayan salido de la pobreza, desde 2002.

De entre los países que más redujeron la pobreza sobresale Perú que lo hizo hasta dejarlo en el 34.8% en el 2009 y aspira a tener en 2021 erradicada virtualmente la pobreza (en 2005, el 48% de peruanos era pobre y en 2010 esa cifra había conseguido reducirse hasta el 34%).

Colombia, el país que más deprisa creció en la región tras Perú, también redujo las tasas de pobreza que aún son de las mayores de la región: la pobreza es del 45,5 por ciento de la población -19,9 millones de colombianos- y la indigencia del 16,4 por ciento (7,2 millones).

Los menores niveles de pobreza en América latina se sitúan en Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay, donde existen tasas inferiores al 22%, mientras que en Brasil, México, Panamá y Venezuela se mantienen por debajo del 32%. Uruguay y Costa Rica poseen los niveles más bajos de pobreza y desigualdad.

Colombia, Ecuador, El Salvador, Perú y República Dominicana tienen tasas entre el 38 y el 48 por ciento, en tanto que los porcentajes más altos, por encima del 50%, se registran en Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay.

Para algunos analistas, como Carlos Sabino, la reducción de la pobreza gracias a los planes sociales (Bolsa Familia de Lula da Silva, Sisben de Álvaro Uribe) se basa en pilares endebles, en especial porque los gobiernos han recurrido a políticas asistencialistas que “ no sirven realmente para eliminar la pobreza”. Una pobreza que sigue golpeando a los sectores más débiles (niños, mujeres, indígenas y negros).

Los efectos de la crisis de 2009

La crisis de 2009 detuvo esa mejoría en los índices de pobreza en América latina: se pasó de 180 millones de pobres a 189 millones y de 71 millones de indigentes a 76 México ha sido el país más afectado por la crisis lo cual se tradujo en que 5.8 millones de mexicanos ingresaran a la pobreza.

Según reconoció el propio secretario de Hacienda mexicano, Ernesto Cordero: “en la crisis del año pasado, se tenía una medición parcial de tres cuartas partes de la crisis, con un incremento de 5 millones 800 mil, es decir, casi 6 de millones de mexicanos habían caído en condiciones de pobreza…En la crisis pasada, la pobreza se incrementó, pero fue la mitad de la pobreza que creció en 1995”.

Algo similar ocurrió en Chile donde la crisis, unida a ciertas ineficiencias de las políticas sociales, condujo a que aumentara la pobreza entre 2006 y 2009 en 355 mil personas, hasta los 2,56 millones de ciudadanos, lo que representa un 15,1% de la población del país. El número de indigentes se elevó en 117.591 personas entre 2006 y 2009, llegando actualmente a 634.329.

La desigualdad

Junto a la pobreza también se ha reducido en los últimos años la indigencia que pasó del 22,5% en 1990 (93 millones), al 19,4% en 2002 (97 millones de personas) y al 12,6% (68 millones) en 2008.

Un mal generalizado en la región reside en que la reducción de la pobreza no ha sido uniforme. Ejemplo de esto es Perú donde en las zonas rurales de la costa y selva ha aumentado en estos años.

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática peruano la pobreza a nivel nacional bajó de 36.2% en el 2008 a 34.8% en el 2009, pero en las zonas rurales el nivel de pobreza subió de 59.8% a 60.3%. En la costa rural, donde la pobreza subió de 34.8% a 40.6% y en la selva rural, la pobreza aumentó del 49.1% al 57.4%.

Pero más importante que la pobreza es la desigualdad que perpetúa las situaciones de pobreza. 10 de los 15 países más desiguales del planeta son latinoamericanos, lo que la convierte en la más desigual del mundo en ingreso per cápita de los hogares.

Bolivia es el país más desigual de la región (0,60 de coeficiente GINI) seguido de Brasil y Ecuador (0,56) y Chile con 0,55. Uruguay es el país con mejor distribución del ingreso en la región, con un coeficiente de 0,45.

Si bien la desigualdad sigue siendo abismal, se ha reducido en un 1,1% anual entre 2000 y 2007 y por primera vez en la historia, la brecha entre ricos y pobres se ha reducido de forma significativa en 12 de 17 países.

El informe del PNUD destaca que en la región los países más desiguales son Bolivia, Haití y Brasil. Brasil ha sido uno de los países más exitosos en reducir la desigualdad en los últimos ocho años, en tanto, los países con más equidad en la región son Argentina, Costa Rica, Uruguay y Venezuela, de acuerdo con el PNUD.

El auge de las clases medias

La primera década del siglo XXI ha traído el incremento de las clases medias emergentes al hilo del auge y el crecimiento económico.

Las clases medias mexicanas y chilenas son las de mayor ingreso por persona –más de US$ 6.000-, el cual casi duplicaba el promedio regional de US$ 3.800. Mientras que, medido según el poder adquisitivo de esos recursos, es decir, según la paridad de poder de compra, Chile mantenía su segundo lugar, era Argentina el país que ocupa la primera posición.

En Brasil un informe titulado “A Nova Classe Média”, de la Fundación Getulio Vargas, apuntaba en 2008 que el número de familias de clase media aumentó del 42,26% al 51,89% entre 2004 e 2008.

El economista de Santander José Juan Ruiz es un convencido de la importancia de las clases medias en países como Brasil: “estas clases medias son poderosas fuerzas de transformación y progreso. Son la mejor garantía de que se harán las reformas macro y micro que todavía están pendientes. Que el mercado producirá y que el Estado redistribuirá”.

Los efectos políticos de la pobreza

La pobreza y la desigualdad no son neutras políticamente ya que tienen efectos directos sobre la estabilidad de las democracias y propician el surgimiento de populismos.

Carlos Malamud, autor del libro “Populismo latinoamericanos”, asegura que “las explicaciones al respecto (sobre el surgimiento del populismo) también son variadas y van desde la escasa implantación institucional de las democracias latinoamericanas y la debilidad de sus sistemas de partidos políticos a la exclusión social imperante en buena parte de la región, a lo que habría que sumar el desempleo, los elevados niveles de pobreza y la desigualdad, así como el descontento y la violencia social que estas circunstancias generan en algunas ocasiones”.

En ese punto coincide con la ex Secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez para quien es cierto que la combinación de crecimiento económico, estabilidad financiera, responsabilidad fiscal y políticas sociales ha permitido que 37 millones de latinoamericanos hayan salido de la pobreza en esta última década. Pero también es cierto que una región como la iberoamericana tendrá muy difícil lograr la plena estabilidad política si en ella viven más de 200 millones de pobres. La aspiración de todos los gobiernos debería ser lograr un crecimiento con cohesión social para garantizar la inclusión”.

El camino para luchar contra la pobreza y la desigualdad parece residir en la mejoría de los servicios y las políticas públicas y en especial de la educación. Bernardo Kliksberg, experto en lucha contra la pobreza, afirma que “hay consenso en América Latina en que la educación es la gran vía hacia el progreso… Queda mucho por hacer como bien resalta el Informe para que el derecho a la educación sea una realidad asequible para amplios grupos de niños y jóvenes, Sin él serán marginales en un siglo XXI basado en ella”.

En definitiva, como aseguraba ayer Daniel Zovatto en Infolatam: ha una “necesidad urgente y prioritaria de mejorar la calidad de la educación. Según el citado Informe del PNUD, la reducción de la desigualdad que ha tenido lugar en varios países de la región podría frenarse en los próximos años si no se mejora, entre otros factores, la calidad de la educación. Por ello, sólo con educación de calidad y con una fuerte inversión en conocimiento, tecnología e innovación, dirigida a la formación de capital humano podremos lograr, en lo interno, construir sociedades más democráticas e igualitarias, y en lo externo, una inserción estratégica basada en mayores niveles de competitividad”.


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